Y entonces se oyó  por última vez el ruido del verano.

El vino blanco dinamitando la copa con su aromática presencia, los colores se toman prestados unos a otros , las toallas inundan los balcones al alzar la copa al cielo, el camarero mostrando su sonrisa y siendo gracioso sin querer serlo, pescaditos y chipirones porque a ella le encanta pronunciar la última palabra, un vermut improvisado al no poder driblar esa esquina , ese rotulo, su terraza con una sombrilla navy, la estética llegada del sur rara avis en una ciudad adornada de modernidad.

Algo quedaba para la gente que desfilaba ( ante sus sonrisas de complicidad y sus confidencias, a ojos de la cocinera que espiaba desde el mostrador lleno de delicias marinas ) , y era el sueño de la buena vida , de una vida aparentemente sencilla e inocente, una vida que empezaría a principios de junio y que se desvanecería aquí y ahora , como nuestro plato en medio del drama cuando sabes de que acaba algo especial.

Volveremos un día soleado de invierno para fantasear con el verano entre freiduría y risas enlatadas.

Sergi Barnet

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