Cada vez que voy a un restaurante sigo sintiendo nervios cuando me traen la carta, echo un vistazo rápido y luego la escruto meticulosamente. Me gusta que estén bien ordenadas, que no tengan demasiadas páginas, que se entiendan rápidamente. Cuando he acabado de leerla entera (incluidos y sobretodo, los postres), es cuando viene la parte difícil. ¿Qué pedimos? ¡Lo quiero todo!

Es este ansia por probar todo lo que me llama la atención, lo que me lleva en ocasiones a mirar con envidia el plato de la mesa de al lado, o lo que es peor, a invadir directamente con el tenedor el de mi acompañante. Por eso me fascinó desde el primer momento la propuesta que ofrece 80 grados: miniplatos. Con el añadido de que las cantidades les permiten cocinar los alimentos a baja temperatura y conservar al máximo sus propiedades y sabores.

Al entrar, la estancia es familiar. El local está situado en lo que era el antiguo Nina, dónde muchos de nosotros comimos nuestro primer brunch cuando había pocos sitios que lo hicieran en Madrid. Los ventanales son amplísimos y la luz de la mañana invade las mesas.

Para empezar, el camarero nos recomienda un Distinto de verano, una idea refrescante que nos ayuda a comenzar a visualizar nuestro Minimenú. Un plato frío, dos calientes y un postre para cada una, esto pinta bien. Salmorejo, Steak tartar con helado de parmesano, croquetas de boletus, solomillo con costra de romescu y puré dulce, huevo trufado con patatas y jamón y hamburguesa xs. No nos podemos creer que hayamos acertado con las seis elecciones.

Como es nuestro día de suerte, esta nos acompaña hasta el final. Probamos la “Leche con galletas. No preguntes, pruébala!” y su peculiar versión del roscón de reyes. Antes de acabarlo mi amiga y yo ya estamos mensajeando a las demás, tenemos que volver todas juntas, vamos a mandar unas fotos para convencerlas. Y las convencimos.

Cristina V.

 

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80 Grados
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