Restaurantes para comer solo. La gilipollez del momento. 

Llevo tiempo reflexionando sobre el hecho de comer solo en un restaurante. Y no me refiero a que el restaurante esté vacío; ya que, personalmente opino que no hay nada más bonito que un bar deshabitado. Representa un oasis dentro del inmenso desierto de asfalto de la gran metrópoli. Camareros solitarios que miran al infinito a través los cristales sucios de la puerta, repasando vasos castigados por la cal del lavavajillas con un trapo que en su día fue blanco y dispuestos a atenderte con un simple chasquido de dedos. Mogollón de pirriaque y papeo para ti y los tuyos, sin demoras ni exceso de ruido externo. Vamos, un paraíso difícil de encontrar en el centro de una ciudad como Barcelona.

De hecho, siempre me ha parecido una gilipollez la absurda teoría de ir al restaurante que haya más gente. Siempre salta el típico listo o listilla en plan “Aquí no que no hay nadie, vamos mejor a ese que tiene la terraza a tope”. Mierda para ti. Hay infinidad de variables a tener en cuenta a la hora de elegir un bar o restaurante, como para centrarse solamente en la afluencia de gente. Tantas que da para otro artículo.

Volviendo al tema, cuando hablo de comer solo me refiero a ti solo. Sin ningún amigo, colega, compañero de curro, churri, ligue de Tinder, etc. Alone in the dark y tal.

Soy consciente que estamos viviendo una etapa de individualismo humanizado. Donde se prioriza cultivar el espíritu y lo emocional por encima de lo superficial y material. Me parece genial que todos ejercitemos la meditación para desconectar de tanta conexión, que hagamos yoga, que practiquemos deportes de superación personal e individual como las travesías en mar abierto o el triatlón, donde sólo importas tú y el tiempo, y no el equipo. Nos encanta ir cada miércoles a la cooperativa de frutas y verduras a buscar nuestra cesta porque estamos muy comprometidos con los pequeños proveedores y el comercio de proximidad; compramos huevos del número 0 porque empatizamos con las pobres gallinas; comemos una onza de chocolate de comercio justo cada noche mientras miramos un capítulo de la serie de turno porque nos preocupan las condiciones laborales de los pequeños agricultores y estamos aprendiendo a hacer jabón ecológico en casa.

Pero en serio, es necesario que venga el emprendedor de turno con la bombilla encendida a decirnos, “tete, lo tengo. Voy a abrir un restaurante para peña que coma sola porque es lo que quieren. La gente busca experiencias de desconexión donde poder estar consigo misma. Tener su momento”. Es que me lo imagino todo flipado contándome la idea, gesticulando impulsivamente con la mirada perdida y me entran ganas de darle una colleja de padre antes de que acabe de hablar. En plan, “deja de decir gilipolleces y cómete la verdura”.

Pues por lo visto esta movida está en auge por Europa y EEUU. Ámsterdam se adelantó hace varios años siendo la ciudad pionera abriendo el Eenmaal, el primer restaurante en el que está prohibido ir acompañado. Tiene estanterías con libros y revistas, consta de mesas que son como pupitres de escuela y botellas de champagne de 375cc. ¿Perdona?, ¿Y si quieres brindar con alguien?, ¿Estará permitido o te echan del garito por relacionarte?

Uno come solo cuando toca, sin más. Porque vas de culo y no tienes tiempo y entras en el primer bar de menú que pilles, un domingo de resaca porque vives solo y te da palo cocinar y bajas a comer pizza con gafas de sol, o simplemente porque te sale de los huevos. Pero nunca ha sido nada raro. De hecho, es una actividad normal y corriente. Ningún camarero se extraña cuando dices “mesa para uno”, nadie de las mesas de al lado está pensando “pobrecito que está solo”. Pensar que abrir un restaurante “solo para solos” es reivindicar el derecho a comer sin compañía me parece tan surreal como subnormal. Y no me sirve la excusa de que si vas solo tienes que pagar la botella de vino, que desde que se inventó el fuego que puedes pedir una miserable copa.

¿Puede haber algo más incómodo que estar comiendo en una sala llena de pupitres con gente comiendo sola? De pensarlo me siento evaluado. Como si estuviésemos todos haciendo un examen y el camarero fuese el típico profesor hijo de puta que te catea si dejas de masticar.

Me imagino a los comensales haciendo fotos de sus platos y compartiéndolas en Instagram con todo el universo. ¿Quieres comer a solas y al mismo tiempo quieres comunicar a la humanidad lo que estás comiendo? No lo pillo, man.

Lo más bizarro de todo esto es que fijo que estos restaurantes organizan eventos afterwork con sus clientes, en plan quedadas de singles encubiertas. Que si cata de café tostado en el ojete de un chimpancé, que se lleva mucho ahora, que si aquí te pillo aquí te mato.  Como nos enredan los hijos de puta.

Amigas, amigos. No os dejéis engañar. No hay nada más absurdo en esta vida que forzar las cosas.

En los bares de toda la vida, como el Collado antes de ser regentado por chinos, cuando alguien entraba a pedir mesa y había una persona comiendo sola en una mesa de 4, Miquel le sentaba con ese señor, prácticamente sin preguntarte. Esos dos desconocidos comían solos pero juntos. Cada uno con su cesta de pan y su bebida. A veces hablaban y otras no. Y siempre ha sido lo más normal del mundo.

Por favor, un poco de sentido común. Gracias.

Escarles Johansson