Si paseas por la parte alta de Malasaña, justamente por la Calle Carranza, difícilmente pasará inadvertido el escaparate monocromático en amarillo pastel de POPOTA y menos aún cuando el centro del escenario lo ocupa un cartel que anuncia la guinda del pastel… HELADOS. Nosotras no podíamos creer lo que veíamos la primera vez, no estamos acostumbradas a sitios con una estética tan cuidada y que encima ofrezcan nuestro placer favorito en el mundo mundial, helados artesanos. Dreams come true.
Popota está inspirada en las vanguardias de los años 20 y en las películas de Wes Anderson, es un espacio calido, moderno y vintage al mismo tiempo. El amarillo es el rey del local y hasta su dueña Irene Ravchuck va enfundada en un uniforme a conjunto (gorra incluida). Todo es tan bonito que cuesta contener el click y no ponerse a sacar fotos de todo como una loca.
Pero vayamos a lo importante, sus helados. Detrás de este proyecto acompaña a Irene (titulada en Carpigiani Gelato University), Jordi Guillem, doble Subcampeón Mundial del “World Gelato Cup”. Ambos han recorrido el mundo probando todos los helados que se encontraban por el camino, de lo más raros y sorprendentes a los sabores más clásicos, llegando a la conclusión de que son estos últimos aquellos de los que no te cansas nunca. Su objetivo es crear un producto puro, bajo en azúcares, muy cremoso, con sabores auténticos pero dándoles un toque contemporáneo, su toque.
En su mostrador encontraremos siempre 12 sabores, algunos de los cuales irán rotando según la estación. Todos ellos se elaboran diariamente en su tienda con ingredientes seleccionados cuidadosamente para cada sabor. Así su pistacho tiene un sabor peculiar y adictivo, su avellana es espectacular y puedes dejarte fascinar por el helado de croissant, sí, lo has oído bien, de croissant. Seas de sabores más afrutados o más cremosos, Irene te dejará probar todos hasta que encuentres tu match.
Pero Popota no se queda solo en los helados. Debes probar sus panettones, sus turrones y sus affogatos en invierno, y después volver en verano para degustar su horchata y sus polos. A nosotras cualquier excusa nos vale para darnos una vuelta por allí, la verdad.
Conclusión: a favor, muy a favor de más sitios así en Madrid, donde se cuide al detalle el producto y el concepto y encima, lo hagan todo así de bonito.