Mont Bar

Ocurrió un mediodía de locura, que olía a opera fabulosa. Lo vi de lejos y frene de golpe mis pasos para saborear mejor el momento de llegar al Mont Bar.

Mi ego esteta se desvanece al ir recibiendo los sueños pintados de comida, enamorarse de un bocado de tosta de sardina fumada y confitada, paralizar tu visión para retener el instante en que engulles el brioche de camamilla con foie, sentir la textura y tu paladar con sabor a cítrico al tastar el ceviche de gamba o emocionarte ante la presentación de la ventresca de atún marinado con emulsión de piñones.

La vieira thai con pak choi y setas nos impulsa a la vanguardia, separando lo que puede denominarse transitorio ( o moda ) de lo eterno,

Entra luz por las cristaleras que nos vigilan a nuestra espalda, una luz perdida por mi sueño foodie, una explosión al percibir los colores que engullo de mi postre, un mini pastel de hojaldre de cereza con un huevo de chocolate blanco relleno de albaricoque y petazeta.

El sueño de formas geométricas blancas y negras como contrapunto al estallido, madera y una barra adornada de savoir faire con una mesa enorme para compartir y satélites de mesas pequeñas llenan el espacio de encanto.

Al salir hace calor, el calor de la comida, del bienestar, respiras profundamente como después del orgasmo, tu calor se eleva por las aceras y asciende al cielo envenenado de belleza.

Sergi Barnet

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