Güero era un niño italiano que solía pasear por las costas del mar Adriático en un pequeño pueblo llamado Roseto, en el sur de Italia. Una de sus mayores debilidades como buen italiano era el helado, observar los mostradores llenos de variedad de esa crema helada, las mezclas montadas en conos de galleta, era para él un espectáculo… No le importaba el color, ni la decoración de esas montañas de crema sólo su sabor y su textura.
Mientras Guero desarrollaba esa especie de fanatismo por los helados, en otro pueblecito de Italia, Rímini nacía la heladería La Romana. Una heladería tradicional que cada día elaboraba un helado que hacía sonreír a niños como Guero.
Unos años más tarde Guero y La Romana se han unido para ofrecer productos de primerísima calidad. La leche y los huevos son orgánicos, la fruta es fresca y los helados hechos al momento y varias veces al día para ofrecer un producto cremoso con sabores de verdad.
Un lugar cálido, elegante y luminoso con vidrieras que permiten ver el proceso del helado y la creación de sus tartas. La variedad es infinita aunque depende de los productos de temporada se ofrecen unos sabores u otros. Granizados, tartas heladas, crêpes, café son otros de los productos que podemos encontrar.
Los niños se amontonan para pedir su sabor preferido porque como Guero son fanáticos de esta crema helada, algunos vienen hacer su pedido diario y otros descubren por primera vez el sabor de un helado de verdad.
Roser Ramírez
