La Chirusa

Confiada en sus promesas, una mañana ató su ropa y se fugó.

Aterrizó muy lejos de casa, de Argentina. Sentía añoranza, pero pronto se invento un juego para protegerse de la melodía en forma de tango que la acechaba en sus noches en vela, inventaba colores para pintar los pasteles que delicadamente moldeaba en sus tardes de mate.

Ellos paseaban en su enésima búsqueda de la belleza, eran Epicuros, necesitaban oxigeno en forma de placer, sorbos de pociones mágicas envueltos en batidos, pasteles como los que coloreaba La Chirusa en su lucha contra la escala cromática que podía ver por las calles de su nuevo barrio. De pronto, allí estaban rozándose con el triángulo de la modernidad Barcelonesa, codo a codo con el Tarannà y al entrar, también lo hicieron en el mundo de tazas de te preciosísimas, de botellas de leche vintage ( de cristal con alguna tipografía que nos remitía a los años de nuestros abuelos) de pasteles arco iris, espumosos y de un sabor que implicaban mas cosas que placer.

Acostumbrándose lentamente a la alucinación simple del lugar, se dejaron llevar como si de un tango se tratará por el espacio que los sació instantaneamente.

Sergi Barnet