Tenía solo 7 años cuando probó la cafeína por primera vez. Era sábado por la mañana y su padre se la regaló camuflada entre un montón de leche con espuma. La degustó tranquila, a cucharaditas, sabiendo que aquello era el principio de una larga amistad.

Convirtió entonces esa sensación en su placer secreto del primer amanecer de cada fin de semana. El día anterior, justo antes de irse a dormir, planeaba con precisión el momento en que realizaría la fechoría y una vez tenía su taza delante, alargaba y apreciaba cada minuto como si de un tesoro se tratase.

Pasaron los años y aunque la sustancia ya no era prohibida para ella, continuó actuando como si lo fuera, no quería restarle emoción. Su aventura favorita acontecía semanalmente, se levantaba y recorría la ciudad en busca del café perfecto y eran pocas las veces en que alcanzaba sus expectativas.
Por eso, el día que entró en Hanso café, sintió una punzada en el estomago y el olor que notó al cruzar la puerta la trasladó inmediatamente a aquel sábado de su infancia. Pidió un Flat White y se sentó a esperar, fuera llovía. Como era el primer fin de semana que abrían, el personal estaba desbordado por la afluencia de clientes, pero no le importó.

Su café llegó en una taza amarilla con un perdón por la tardanza. Pero ella no necesitaba esa disculpa porque acababa de encontrar el lugar para repetir sus rituales, junto al ventanal. Y es que los placeres que descubrimos de niños, son los que se convierten en verdaderas pasiones.

Cristina V.

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Hanso Café
C/ Pez 20,
Madrid.
Tfn: 615 64 15 14
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