Esencia al cuadrado

Naturaleza tecno-lógica

Empezaba a hacer un frío que pelaba en Madrid. Iba con los amigos de siempre por Trujillos y mis ojos se giraron para ver un logo bastante chulo de un restaurante, que me parecía nuevo, y automáticamente dije: oye, este sitio tiene buena pinta. Una semana después estaba ahí sentada.

Desde que llegué, los jardines verticales, la madera y los detalles industriales, me rodeaban mientras yo entraba en calor.

Si te soy sincera, ese día estaba con ganas de que me sorprendieran, y vaya si lo consiguieron. Como a mí me gusta empezar fuerte, comencé flipando en colores, literalmente, con el ostión chileno. Una explosión de sabor en un sólo bocado, que te da ganas de seguir probando más experimentos. Continuando con los cítricos, vino el ceviche, al que añaden unos toques divertidos de maíz y edamame.

En este lugar, son especialistas en jugar con tradición e innovación, con sabores y, sobre todo, con texturas. Lo tradicional de una carrillera, que se funde con sólo mirarla, y una vuelta de tuerca con el pez mantequilla adobado, que me hizo transportarme a las barbacoas de mi padre de los veranos.

Para terminar la jugada, le declaré mi amor al brownie con corazón de mango, crujiente de almendras y helado de galleta. Su sabor llamará a tu niño interior, pero ojo, que luego toca volver a la realidad…aunque después de ésto se hace con mejor cara.

Irene Aracil