Hace un día que ni me lo creo. El sol calienta mis mejillas y la brisa despeina mi flequillo y sé por Tito, que vamos a comer realmente bonito. Así que mientras espero a Alicia sentada en el paseo, reviso mi Spotify en busca de “Ne Me Quitte Pas”.
No lo puedo evitar. Soy una repipi en toda regla y me he hecho una playlist de Jaques Brell para ir al Restaurante Brel. “Oui, je suis comme ça”.
Por fin llega mi compi y me quito los cascos para decirle que ha sido todo un acierto, el habernos escapado a la playa de El Campello. Teníamos que conocer al otro medio aguacate que nos quedaba: el señor Gregory Rome.
Su equipo y él, son los culpables de lo que hoy en día es el Restaurante Brel. Aunque éste lleve abierto unos cuantos años, pasando por varias generaciones de grandes cocineros (los mismos padres de Gregory). Ha sido quien con su saber hacer culinario y su marca personal transmitida a todo su team, quién a logrado una mención en la codiciada Guía Michelín.
En Brel todo está pensado para disfrutar su cocina, que se pasea plácidamente por la tradición gastronómica, las tendencias foodies y las técnicas más vanguardistas. Transmitiendo el equilibrio de lo natural con lo moderno con cada plato.
El propio Gregory se escapa de la cocina para saludarnos y contarnos todo lo que hace. Así que depositamos toda nuestra confianza en él y nos dejamos engatusar por sus propuestas.
Viajamos por el mundo con sus entrantes más foodies con su cubanito y el cangrejo Chili soft Crab. Para llegar a la vanguardia de los principales donde la técnica nos cautiva. Ella con su arroz de presa ibérica y yo, con mi merluza al merengue de aove. Y culminando por todo lo alto con unos postres que nos enamoran con cada bocado.
En pocas palabras, Brel es comer bonito, demasiado bonito y disfrutar de la alta cocina desde que te invade la luz de su terraza y te vence la calma de la playa.
Pics by Queridamaldita
