Fantasias de una chica a dieta

Estoy a dieta. Y contra todo pronóstico no, no me siento mejor conmigo misma (al menos de momento). Estar a dieta es una mierda. Decir que no a unas deliciosas patatas fritas caseras, recién cortadas y embadurnadas en aceite no mola. Elegir entre pollo, pavo o pescado a la plancha, no me hace más feliz. Pedir agua cuando vas de visita a la fiesta de la cerveza es, cuanto menos, raruno. Porque no nos engañemos, las verduras están bien pero la carnaza, las croquetas y los hidratos de carbono en general, son más apetecibles.

Repito: estar a dieta es una mierda y quien diga lo contrario, miente o no ha probado un buen cocido en su vida. He escuchado por ahí que llega un punto en el que todo te parece de color de rosa, aprecias más los sabores y te despiertas por la mañana deseando llevarte a la boca ese yogur desnatado sin azúcar, sin lactosa y sin nada y ese salvado de avena tan maravilloso. Por el momento aún no he llegado a ese punto y tampoco siento que esté cerca, así que mi humor sigue siendo de perros, mi menú sigue llevando más verde que otra cosa y sigo salivando cada vez que veo anuncios de Phoskitos, Chips Ahoy, Burger King y drogas procesadas similares.

Supongo que una vez termine este proceso de transición, volveré a mi habitual positivismo desmedido pero por ahora, y para que mein kampf sea más llevadera, he decidido fustigarme un poco visualmente y seleccionar los 5 platos que me comería right now. Una selección de varios alimentos “prohibidos”con los que empapelarme la habitación y que acompañaría de buen gusto con un ron cola, hecho con amor. Eso sí, cola zero que estoy a dieta, tampoco nos pasemos.

Una burger chorreante. Aunque nunca he sido mucho de carne, hace días que me vienen a la mente las típicas hamburguesas a base de ingredientes sin ton ni son. Bien de queso fundido, con 3 o 4 pisos, cebolla, pepinillo (ahora ya no lo quito, al fin y al cabo es verdura y puedo), huevo, beicon y cualquier cosa que haga que un simple trozo de ternera se convierta en una suerte de Burj Khalifa a pequeña escala foodie.

Pizza. Este es, sin paños calientes, mi talón de Aquiles. No se qué tendrá esta esponjosa masa de pan que cuando la combinas con la mozzarella, el tomate y todoloquetengasenlanevera, esté tan buena. Y ya no te digo si encima vas a alguno de los mejores locales de pizza de la ciudad. Si no tienes que mover un dedo y te plantan delante de la cara una de esas delicias, ¿cómo vas a decir que no? Si tuviera que reencarnarme en algo, sería sin duda, una pizza. Y me da igual ser una Margarita, una Capricciosa, una Cuatro Estaciones o incluso la aberración de todas las pizzas, una Barbacoa, ya que no puedo comérmelas, al menos quiero ser una de ellas.

Pasta. Y porque los italianos son muy sabios, no solo viven de pizza, y yo tampoco así que también quiero pasta. A la boloñesa, al pesto, como sea, pero bien de queso por encima porfa. Es la reina de los carbohidratos y aunque se que más adelante podré comer pasta, no puedo apartar la vista estos Tortellini 4 quesos.

Huevos Benedict. Aquellos que hemos “crecido” con Sexo en Nueva York nos emocionamos lo más grande cuando empezaron a llegar a tierras ibéricas los Huevos Benedict, Benedictine o Benedictos, como quieras llamarlos. Algo tan sencillo como coger dos huevos poché, ponerlos sobre unos English muffins y bañarlo todo con salsa holandesa, saben a paraíso. Son el unicornio de los menús de brunch. El arca perdida de Indiana Jones. La piedra filosofal de Harry Potter. Los sobres de Bárcenas.

Chocolate. Dame una tableta, un gofre o una napolitana, y ahora mismo, te conquistaría el mundo. Tengo que reconocer que después de cenar puedo tomar una onza de chocolate negro (28 gramos para se exactos) que a día de hoy, me sabe a gloria, pero sinceramente, me cuesta resistir la tentación de bañarme en una piscina de sirope y nadar entre lacasitos, fondant, helado de vainilla, galletitas y mermelada montada sobre un flamenco rosa mientras suena la Salchipapa de Leticia Sabater.

Hot dogs. Otra de las aberraciones que se han podido inventar en el mundo de la cocina son los perritos calientes. Solo necesitas añadirle mostaza, ketchup, cebolla del IKEA, queso cheddar y ponerlo todo en el panecillo. El resto, ese sabor, el notar tus arterias a punto de explotar y el empacho posterior, ya te lo conoces.

En fin, os dejo porque se me está enfriando la crema de calabaza que tengo al lado y no vaya a ser que el pescado a la plancha que le acompaña, empiece a mirarme mal. Al menos sé que al terminar, mi onza de chocolate estará esperándome con los brazos abiertos. Aquí, quien no se consuela ¡es porque no quiere!

Laura Hernandez
Foto chocolate: Mónica Iso Pinto