Cafe de Paris

Nos sentíamos elegantes y queríamos acudir a un Bistró clásico, de los de techos altos, tapizado burdeos y suelo damero. Queríamos viajar a París por unas horas. Así que nos acercamos al Retiro y de camino reservamos mesa en Café de París para comer el entrecote más famoso, de cuya salsa secreta se dice que es la mejor que puede haber en cualquier restaurante de la tierra.

La carta consiste en un menú cerrado elaborado “à la minute”. De primero una ensalada fresca con el aliño especial de la casa. Como plato principal, un entrecote completamente magro y limpio, de la mejor carne nacional, que se sirve fleteado sobre la salsa Café de Paris. El plato se presenta en la mesa sobre un infernillo que va deshaciendo la salsa que va cambiando de consistencia y sabor, depende del cliente en que punto y como disfrutarlo. Hay, como en Suiza, cinco puntos diferentes para la carne: Bleu, Saignant, A Point, Rose, y Bien Cuit.
De acompañamiento se sirven patatas fritas a voluntad para cada cliente. Estas patatas son artesanales, peladas y cortadas cada mañana, y cocinadas a la francesa (finas y crujientes). Si a todo lo anterior le sumas un buen vino tinto, el resultado es la experiencia perfecta que estábamos buscando.

Mientras degustamos el delicioso postre, el maître nos cuenta la historia de su maravillosa salsa secreta. Elaborada con diferentes especias y hierbas mezcladas en una base de mantequilla. Es una salsa inseparable del plato para la que fue concebida, la entrecôte Café de Paris, pues el restaurante ginebrino que la popularizó a partir de 1942 pretende todavía hoy en día ser el único poseedor del secreto de la receta original de la misma. La salsa sigue elaborándose aún hoy por una única persona conocedora de la receta en Ginebra y de allí parte a las cocinas de Laussane, Estocolmo, Dubai o Madrid.

Nos divertimos inventando fórmulas con las posibles combinaciones de ingredientes mientras la sobremesa se extiende en una infinita y agradable charla de domingo. ¡Qué gran acierto la comida de hoy y cuántas ganas de repetirla!

Cristina V.